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África

  • Óleo sobre tabla
    122 x 122 cm
    Año: 1978

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    Dos niños en un desierto amarillo que dota al espacio intermedio de una insalvable distancia. Dos niños que se sientan a esperar a la muerte… ¿ Para qué seguir caminando?
    Los niños no se mueven… ni lloran… ni gritan. El mirador se va, ellos seguirán esperando en tierra de nadie…. Sentí y sigo sintiendo la necesidad de dar voz en mis obras a los que no la tienen, ha dicho el pintor en alguna ocasión. 
  • Óleo sobre tabla
    122 x 122 cm
    Año: 1983

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    La imagen es tan fuerte, tan emocionalmente poderosa, que perturba la mirada del espectador. Un niño, más que llorar, grita, desde su cuerpo famélico y deforme, cerca de otras figuras que son sombras convertidas en seres humanos.
    Un niño de Etiopía quizá… o de Somalia. El crítico de arte siente el deseo de titular el cuadro El grito de África o El grito del hambre, seguramente siguiendo la pauta del célebre cuadro de Edward Munch titulado El grito. En el caso del pintor noruego, es el grito de la angustia de un adulto, de su necesidad psicológica de desahogo de tensiones; en El grito de Jorge Rando la figura es un niño que clama furibundo ante la desesperación de la muerte. Su impacto visual es todo un reclamo.

  • Óleo sobre tabla
    61 x 42 cm
    Año: 1981

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    Jorge Rando utiliza el retrato como campo de exploración de la inquietud y el interior del alma. La composición queda dividida por un eje central en el que la parte izquierda muestra un cierto grado de figuración y la derecha tiende a la abstracción con una fuerte mezcla de colores. Las pinceladas enérgicas resaltan los rasgos del rostro.

    Pruebe a tapar con una mano la mitad del rostro derecho, repita el ejercicio con la otra parte. ¿Le transmiten lo mismo? Ahora observe el cuadro en su conjunto, la composición se mantiene armónica.
  • Óleo sobre tabla
    100 x 61 cm
    Año: 1985

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    Sudán. La guerra civil de los 80, una de las más mortíferas desde la Segunda Guerra Mundial. El cuadro que observamos está liderado por una madre con su hijo, su ropaje negro la destaca sobre el resto de tonos blanquecinos. Es un éxodo de túnicas blancas y negras en las que los rostros están desdibujados. Liderados por una mujer cuya mirada se clava en el suelo, mientras que la del niño que lleva en brazos mira hacia el resto del grupo. Un lienzo del que emergen emociones puras, la de la angustia ante un destino impuesto, no deseado, pero al que se ven abocados si desean sobrevivir.


  • Óleo sobre tabla
    122 x 122 cm
    Año: 1990

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    No son campos de refugiados son campos de deshechos, ha manifestado el artista como denuncia de estos campamentos de condena a quienes han perdido todo menos la vida. Una cruda representación en la que la imagen de las sociedades internacionales se aleja con el maletín en la mano.

    Las sombras de los observadores se reflejan sobre la arena, seguros al otro lado de la alambrada. ¿Vamos a seguir impasibles ante tanto horror?

  • Óleo sobre tabla
    122 x 122 cm
    Año: 1999

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    Un espacio atestado de figuras en el que las formas se distorsionan y los colores son empleados de manera violenta. Figuras retorcidas, casi cadavéricas, atrapadas entre formas turbulentas de franjas blancas y rojas que acompañan el grito visceral del conjunto.

    Los rostros, las bocas abiertas, ya hastiadas de gritar, más parece el lamento de la resignación, un lamento más cercano a la muerte que a la vida. Un aullido desesperado, el de aquellas madres que no pueden acallar el grito de hambre de sus hijos ni el grito ronco de su propia alma.
  • Óleo sobre lienzo
    162 x 130 cm
    Año: 2003

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    Este cuadro es el verso suelto de África. El fondo ya no es amarillo sino un gris salpicado por circunferencias, quizá, vislumbrando algo insondable. Un militar abandona ese escenario, sostiene a un niño en sus brazos, en una posición similar a la de las madres de África. El niño no está desnutrido, lleva una camiseta y su rostro, sin rasgos faciales, tiene un tono luminoso. Mira al observador, tranquilo, ofreciendo una estampa de seguridad.  La obra data de 2003. ¿Realidad o alegoría?


  • Óleo sobre papel
    91 x 91 cm
    Año: 1985

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    Una mujer; pisadas; gotas rojas manchan el papel. Tres rostros se mantienen como testigos fuera del encuadre. Destaca entre la pesadumbre de la composición la belleza del pecho de la mujer. Es África. Es la belleza que quiere dar vida a la muerte.

  • Óleo sobre papel
    92 x 90 cm
    Año: 1985

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    Mirada doliente. Un Cristo con la corona de espinos, sumido en la oscuridad, alza su mirada al cielo. Pisadas cruzan la escena, en la parte superior izquierda la figura del torturador; en la parte derecha, un rostro salpicado por una mancha de pintura roja. ¿Hasta cuando…

  • Óleo sobre papel
    92 x 90 cm
    Año: 1985

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    Este impresionante papel muestra un escalofriante cementerio de calaveras, en el vértice superior izquierdo un ojo se asoma a la espera del mismo destino, en la parte derecha tres rostros observan… las consecuencias del hambre y el asco de la guerra.

  • Óleo sobre papel
    120 x 91 cm
    Año: 1998

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    Jorge Rando utiliza desde principios de los 70 sus Papeles de África para atrapar esos registros inmediatos de la realidad. En la obra que presenciamos el artista utiliza como fondo la noticia de un periódico y colabora con su mensaje enfatizándolo.
    Imágenes y palabras comparten espacio en una realidad pisoteada. Un rostro mira hasta que sus rasgos se van desvaneciendo. Sobre el papel, imágenes y palabras… la gente se muere de hambre… esto no es espectáculo.

  • Óleo sobre papel
    100 x 91 cm
    Año: 1979

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    ¿Adiós a África? No nos despidamos de este maravilloso continente donde se creó la vida. ¡Paremos el éxodo de la desesperación! ¡No dejemos solos a los desamparados!

África es lirismo desesperado que surge del  alma y crea un lenguaje de colores chillones, de vidas muertas  y de sombras vivas, de dramáticas composiciones, de luchas entre espacios vacíos y atestados.

La niñez grita al hambre, gritan las madres de luto con sus hijos vivos, grita el éxodo de la miseria, gritan las sombras descarnadas, grita esa África abandonada a la deriva, esa África que muere y nadie escucha. Desde hace más de cuatro décadas Jorge Rando ha ahondado en la tragedia somalí de los 80, en la eterna guerra de Ruanda, en el maltrato del Congo, en los campos de refugiados sudaneses… Una crónica pictórica que ha ido plasmando la voz, ya enronquecida, de los hijos de África. 

Gritan los amarillos, rojos y negros. Gritan los trazos desgarrados, enérgicos y vivos. Grita el artista en su lienzo:

¡Mirad!
La impotencia ante las hambrunas, ante el asco de la muerte, ante el diálogo estéril entre la trinchera y las armas, ante los ojos oscuros, ojos negros y muertos que nunca supieron lo que es una mirada de ternura y consuelo, ante ese último grito de temor que nos sacude el alma, ante esa huida a ninguna parte con música de lamentos… Jorge Rando