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El arte siempre nos ha acompañado

El arte nació por la necesidad del hombre, en todos lo tiempos, de intentar plasmar en cualquier soporte la belleza que le rodeaba y que aunque él no había creado, sí gozaba de su disfrute. En un principio, -y me voy a referir sobre todo a la pintura y a la escultura-, cuando el hombre se refugia en habitáculos para defenderse de las inclemencias del tiempo y de sus posibles enemigos, sintió la necesidad de reproducir mediante el dibujo, la pintura o la escultura, todo ese mundo que le rodeaba: la naturaleza, los animales, sus hazañas o a ellos mismos. Con la evolución de la raza nació la escritura, que acompañó de forma narrativa aquellos dibujos y relieves que explicaban las diferentes historias de los pueblos.

Más adelante llegó el momento en que se comenzó a poner títulos a las pinturas o esculturas con el fin de que el espectador pudiera saber a quién o qué era lo que se estaba contemplando. Siempre el título de la obra era coherente con la realizada por el autor, posteriormente llamado artista. El arte y la humanidad siguen evolucionando y llegamos a  los  dos últimos siglos, en  los que es necesario para los estudiosos, y para su enseñanza, clarificar (clasificar) las diferentes corriente; y nacieron los “ismos”. En la actualidad hay libertad total en el arte, ¡todo es válido!, es decir, ¿es válido todo? Aparece el arte abstracto, al que le quiero dedicar parte de mis reflexiones en este escrito. Muchos artistas, historiadores del arte y “comerciantes” se han olvidado de que la abstracción es un camino de ida y vuelta, que la abstracción es la búsqueda de la esencia en el arte, que la abstracción tiene que partir de una realidad, que la abstracción va a llegar al artista con su verdad, que a la abstracción no se llega por rellenar el lienzo con líneas y manchas de color y culminar la obra poniéndole un título que nada tiene que ver con lo que allí se representa… y que a veces no somos capaces de descifrar… eso… un título abstracto; o sea, que hay que observar muy bien eso que se llama pintura abstracta, porque puede llegar a abstraernos de tal forma que, cuando volvamos de allí, nos encontraremos sin un pelo.

Yo, como pintor, cuando llego a la abstracción en busca de la esencia misma de la manifestación del arte, siempre parto de la realidad y regreso de nuevo a esa realidad; y en ese camino de ida y vuelta, todas las pinturas que lo han acompañado están sin títulos.

Jorge Rando, Hamburgo, junio 2008