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La pintura y la teología de la expresión

Captar todo lo que vemos o sentimos y, a continuación, llevarlo a nuestro interior, es el primer paso para llegar al concepto filosófico de lo que el pintor quiere expresar en su lienzo.

La materialización de la obra es lo menos importante en su consecución, ya que el maestro, se supone, que domina su oficio.

Lo primordial es tener muy claro en la mente el concepto de lo que se quiere pintar, o sea, tenerlo ya mentalmente pintado.

No pretendo en este escrito desarrollar una tesis filosófica sobre concepto y pintura, pero sí quiero aclarar, si puedo, mis pensamientos sobre ese paso del tratado filosófico de la pintura a la teología de la creación artística.

Yo parto de la base, -ya lo he comentado en varios de mis escritos- que el único creador que existe es Dios. Él creó todo lo que nuestros sentidos pueden percibir. Nosotros los artistas utilizamos los sentidos recibidos para realizar obras de arte, pero siempre basándonos en algo que ya existe, que ya ha sido creado; por eso nosotros los artistas, y para utilizar el lenguaje correctamente, únicamente recreamos. Se me podrá decir que de algo que ya ha sido creado, y que captamos, damos vida a algo nuevo…, y yo estaría de acuerdo… Incluso podemos, y de hecho lo llamamos así, crear; y que yo también aceptaría, pero siempre bajo la aceptación de estas premisas:

1º Que el único creador es Dios
2º Que al artista se nos concede un don con el que nacemos, y que podemos , y debemos desarrollar.
3º Que a la obra de arte magna únicamente se llega cuando el artista se enfrasca en su trabajo como un instrumento y se deja llevar como tal.

Sólo con la entrega y el trabajo… teniendo claro el concepto filosófico de la pintura supeditado al concepto teológico de la creación, sólo de esa forma repito, se recorrería el único camino que existe para llegar a conseguir realizar esas obras de arte que jalonarán la vida del artista.

Yo estoy convencido de que esas obras de arte, repartidas por todo el mundo que admiramos, han sido realizadas por artistas excepcionales y de que en el proceso de la creación de una manera consciente o inconsciente, se han dejado llevar por lo que yo catalogo “como instrumentos” y que otros pueden calificar de inspiración, aunque personalmente creo, como otros muchos artistas, que la inspiración llega con el trabajo, es intrínseca al proceso de la obra, con lo que aquella no viene de algún lugar desconocido a nuestra mente, sino que está ahí, en el proceso de la obra de arte, siempre acompaña al trabajo, sólo hay que descubrirlo.

Hoy quiero terminar así estos pensamientos, pero habrá más ocasiones en que reflexionaré sobre los temores, la fuerza del instinto y los demonios, de los que todos los artistas estamos rodeados.

Jorge Rando, Hamburgo, julio 2009