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El poeta de la expresión

El pintor es un poeta de la expresión. El pintor no se debe limitar a observar la naturaleza con todo lo que la conforma y copiarla, sino que debe expresar desde su interior los sentimientos que le producen y dejar en plena libertad a su instinto para que exprese las sensaciones que recibe y quiere, a la vez, transmitir. Por eso yo creo que un poeta es quien mejor puede hacer una crítica de una obra de arte, porque la pintura es poesía llevada al lienzo, la pintura es un sentimiento y “como tal” hay que mirarla y analizarla.

Lo peor que le puede ocurrir al arte en general es caer en manos de… “algunos críticos” y “galeristas”, ya que ellos dictarán las normas por las que debe regirse no sólo el artista, sino también los admiradores o espectadores del arte. Dejar que unas personas con los intereses más variados, y la mayoría de las veces ajenos al arte, hablen o escriban, “ex cátedra” sobre el arte y los artistas es lo peor que puede ocurrir. Que hablen… sí. Que den su opinión…, también; pero ahí termina su misión. Que no quieran apropiarse hasta del pensamiento del artista, como afirmar conocer lo que el creador de la obra quiso expresar y por qué lo hizo, y dar sus explicaciones, poniendo en boca o en la mente del artista lo que éste nunca llegó, ni siquiera, a pensar o a plantearse.

Lo que el artista concibió y a veces plasmó con “divina sencillez” lo convierten ellos, los críticos, en algo complicado y en ocasiones hasta retorcido.

¡Qué peligro encierra, a veces, ponerse en manos de los “expertos”!

¡Qué pena que algunos de estos “expertos” conviertan las obras de arte en moneda de cambio!

¡Qué horror comprar arte como inversión!

El deseo o anhelo y la realidad se funden tanto en el poeta como en el pintor, con tal fuerza que se hacen uno solo. De esta forma nace la obra como creación única y distinta, una vez que la realidad de la naturaleza ha sido asimilada, digerida y vuelta a nacer con nuevas formas.

Jorge Rando, Madrid, septiembre 2001